Hablar de tener un "día negro" (negativo), imaginar un "corazón rojo" (amor/pasión), y un vestido de novia "blanco" (pureza/virginidad), son ejemplos que nos hablan del significado de los colores.
Cada uno posee una carga simbólica determinada que, resultará de fácil interpretación o no, dependiendo en cada caso, de factores tan diferentes como la época y la situación cultural, la religión, los mitos y hasta la psicología (C. Jung fue quién más se dedicó a trabajar la relación símbolo-color).
Veamos solo algunos ejemplos del funcionamiento de este complejo tema:
El Rojo representa a la tierra y se lo asocia a lo femenino (como opuesto complementario del color Azul); color de la sangre, de la pasión y del amor, tiene una connotación negativa si se lo relaciona con el pecado, la muerte, el dolor y el sacrificio.
Mientras una rosa roja transmite ideas de sentimientos románticos y ardientes,
cualquier ser representado con ojos rojos es sinónimo de algo malévolo y demoníaco.
El Azul es masculino y remite al cielo.
Ya en el Antiguo Egipto, era el color reservado para el Faraón y se aplicaba al techo de sus tumbas con estrellas doradas; también el cristianismo lo va a utilizar para representar la bóveda celeste, asociandolo a lo etéreo, lo inasequible.
Referido al agua, hace alusión a lo profundo y lo insondable.
Lo inalcanzable
Aplicado a una flor, una rosa azul, se transforma en símbolo de lo imposible.
El Amarillo para Occidente resulta negativo.
Evoca la envidia, la cobardía y remite al infierno ya que es el color del azufre.Envidia como Pecado Capital
Asociado con los proscriptos, rechazados y expulsados, en Grecia y Roma, las prostitutas se pintaban el cabello o utilizaban pelucas en dicho tono.
Era el color de las mujeres de los verdugos, los herejes y los judíos; en ciertos lugares de la Europa Medieval, se utilizaba en cofias que eran el disintivo de "Madres Solteras".
Estrella de David
Para Oriente, por el contrario, es un color sumamente positivo.
En China es la expresión de la armonía del centro y de la felicidad; y hasta comienzos del siglo XX fue el color del emperador y de los monjes.
Este último ejemplo corrobora que, todo símbolo tiene un aspecto benéfico y otro maléfico, que dependerá de los factores que graviten en él, al momento de su interpretación.
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